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Testimonio: mi hijo es autista


Mi hijo Luciano tiene seis años. Es un pequeño que igual a otros niños de su edad, le gusta montar en bicicleta, ir a la playa, mirar vídeos en Youtube y jugar con piezas de Lego. Sin embargo, a la hora de hacer amigos o conectar con su entorno, le cuesta interactuar.

También comenzamos a descubrir que le molestan los lugares con mucho ruido y no tolera hacer cola en el súper.

Tampoco nunca quiere quedarse a comer en el colegio.

El diagnóstico fue claro, Luciano padece TEA (Trastorno del Espectro Autista) y eso lo hace especial en todos los sentidos.

Para mi marido y para mi, que somos sus padres, la noticia fue muy angustiante y devastadora. Recuerdo que nos abrazamos y lloramos juntos. Nuestra primera respuesta fue comenzar a buscar diversas opiniones de especialistas, como esperando un milagro que nos confirmen que el diagnóstico era equivocado; pero eso no sucedió.

Hicimos muchas consultas hasta aceptar el diagnóstico definitivo.

Tuvimos la primera señal de alerta cuando asistimos a una sesión informativa sobre el Déficit de Integración Sensorial que se organizaba en la guardería a la que llevábamos a nuestro hijo.

Después del encuentro con todos los padres, la Directora nos convocó a una reunión y ahí se presentó la primera señal de alerta.

En ese momento le pregunté sin dudar a la Directora y a su maestra: ¿mi hijo tiene autismo?, y ellas nos respondieron: ¨No podemos afirmar semejante cosa, seguro que esa no es la causa de esta situación.

Tiempo después aparecería otra señal, el Trastorno General del Desarrollo. Desde el comienzo iniciamos consultas con diversos profesionales: visitamos psicólogos, neuropediatras y también psiquiatras. Hasta que un especialista dio con el diagnóstico correcto: TEA (Trastorno del Espectro Autista).

No sabíamos exactamente a qué nos estábamos enfrentando, así que iniciamos una etapa que nos convirtió a ambos en expertos en el tema.

Se trata de un trastorno en el neurodesarrollo, con una afectación neurológica en diversas áreas cerebrales. Esta patología afecta cuatro veces más a niños que a niñas y hay distintos grados: el de bajo, mediano y alto funcionamiento.

El de ¨bajo¨ funcionamiento es el más grave, mientras que el ¨alto supone el más leve. Por suerte, nuestro hijo está incluido en este último grupo, lo que se conocía entonces como Síndrome de Asperger.

Los niños que padecen este trastorno (se da en uno de cada 150 bebés que nacen) tienen dificultades para relacionarse.

Además, “el lenguaje lo entienden de manera literal, no saben interpretar el sentido figurado, las ironías o doble sentido, les cuesta muchísimo, nos explicó la psicóloga.

La falta de empatía es otro rasgo característico de estos niños, aunque obviamente todo depende de su nivel de afectación. Los niños autistas también se caracterizan por tener conductas e intereses restringidos y repetitivos, así como por la alteración del contacto ocular.

Son niños muy inteligentes y pueden desarrollar una vida personal y laboral sin ningún conflicto, sin embargo el conocimiento del grupo familiar y los tratamientos, los ayuda a tener una mejor calidad de vida. Todos somos seres únicos y espaciales. Nuestros hijos necesitan de nuestra atención para detectar y poder acompañarlos en sus procesos de crecimiento.

Papis, desde nuestra experiencia les decimos que nunca dejen de confiar y dialogar con su pediatra de cabecera frente a cualquier detalle que les llame la atención.

Hoy, somos una familia feliz y comprendemos y acompañamos las necesidades de nuestro pequeño Luciano.