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La disciplina: uno de los pilares de la crianza positiva


El papel del pediatra no solo se encuentra en el seguimiento del crecimiento y el desarrollo de tu hijo y en el diagnóstico y tratamiento oportuno de las patologías propias de la infancia, también es importante en el acompañamiento parental durante la crianza. El pediatra es consciente de que el núcleo familiar es la principal influencia socializadora de los niños; que de ella derivan valores, expectativas y pautas de conducta y que los padres son los principales maestros o educadores.

Los niños desde su nacimiento, tienen dos importantes necesidades psicológicas: la confianza y la afectividad, imprescindibles para crecer de forma equilibrada y lograr madurez emocional. Una afectividad positiva es la primera garantía de estabilidad emocional y seguridad, tanto en uno mismo como en los demás y para que el niño la desarrolle de forma adecuada, es determinante la actitud de los padres. Sin embargo, por sí solas no son suficientes para educar: se necesitan límites y autoridad.

Los límites son entendidos como valores, reglas y normas sobre las cuales cada ser humano se basa para comportarse. Cuando no tenemos autoridad, nuestro hijo se convierte en ella. El inconveniente es que un niño, por su inmadurez, no tiene la suficiente sabiduría, ni el sentido común para ejercer su poder, por lo que estaremos soportando y alentando a un “dictador”. En ese caso, el riesgo es que, si el pequeño no encuentra “autoridad” en casa porque la hemos perdido como padres, la buscará fuera de ella, encontrando probablemente líderes individuales externos que quizás no ejercerán una influencia positiva sobre el pequeño.

Las normas no solo sirven para aprender hábitos y conductas en familia y sociedad, sino que se hacen imprescindibles para el desarrollo de autonomía y seguridad en sí mismos, de sentimientos de pertenencia dentro de la organización familiar y social, y de autocontrol y autorregulación.

En relación con la crianza, ¿Qué tipos de padres existen?

Existen varios modelos de padres, sin embargo, cabe destacar tres:

  • Padres y madres autoritarios/agresivos: los cuales tienden a enfadarse constantemente y muchas veces sin relación con el comportamiento del niño. La obediencia se consigue a base de miedo y es frecuente que la disciplina sea violenta física o verbalmente. Los hijos tienden a comportarse asustadizos, tímidos, inseguros o rebeldes y desafiantes.
  • Padres pasivos/permisivos: en este modelo el papel de adulto lo tiene el niño, al que se le permite prácticamente todo. Suelen ser niños con comportamientos despóticos y que aprecian poco lo que tienen.
  • Padres con disciplina positiva: suelen ser padres seguros de sí mismos con buena autoestima; justos, equilibrados, firmes y claros. Interiormente están relajados. Aunque afronten situaciones de tensión, controlan sus emociones. Saben que alguna dosis de frustración ayuda a madurar, ya que no siempre se puede hacer lo que se quiere.

¿Qué logra la disciplina positiva?

La disciplina positiva promueve, como su nombre lo establece, actitudes positivas hacia los niños y además, fomenta las buenas conductas, responsabilidad y destrezas interpersonales a través del uso de los principios de generosidad, estímulo y respeto mutuo, buscando que el niño, niña o adolescente, sea consciente de sus acciones.

Consejos en busca de una disciplina positiva:

  • No añadir humillación a la educación.
  • Presentar actitudes de motivación y comprensión.
  • Asegurarse de que el mensaje sea recibido por el niño con amor y respeto.
  • Nunca hacer algo por el niño, si él puede hacerlo por sí mismo.
  • Hacer que se sientan responsables de las decisiones que toman.
  • Enfocarse en soluciones en lugar de castigos. El castigo es efectivo a corto plazo, pero tiene consecuencias negativas a largo plazo.
  • No olvidar que la proporción de límites y afecto es un balance: 50% y 50%.

Dr. Andrés Anacona Díaz, Pediatra de la Fundación Valle del Lili